Una tarde tomaba
café con dos de mis mejores amigas: mi Soledad y mi Paz. Resulta que tenerlas a
las dos juntas es muy difícil, como que tienden a separarse por naturaleza,
pero una vez que logras unirlas, se quedan super tranquilas, siempre a tu lado.
Cuando no las tienes, por alguna razón tu vida no sigue un camino recto, sino
que va por el destino de golpe en golpe, es muy difícil recuperarlas. Y no
basta con tener sólo una, sin la otra el cuadro no se completa y por dentro
sigues llena de dolor.
El problema radica
en que son super celosas. Cuando por ahí conozco a alguien que me gusta, la
primera en irse es mi Paz..., empiezo a ponerme intranquila y aunque el nuevo
conocido me cause mucha alegría e inspiración, el vacío en el estómago aparece
y mi Paz recoge sus cosas y se marcha. Si me llego a enamorar, entonces es mi Soledad
la que levanta el vuelo y de repente estoy de la mano con mi pareja, feliz y
sin mis entrañables amigas. Y bueno... así son muchos amigos que uno tiene...
en cuanto se enamoran o encuentran a alguien ocasionalmente atractivo como que nos abandonan y sólo regresan cuando
el amor o el gusto se les escapó de las manos.
El hecho es que
esa tarde cuando por fin había logrado juntarlas, alguien espectacular cruzó el
umbral de la puerta y captó toda mi atención. A decir verdad más que mi
atención, se llevó mi mirada, mis ilusiones y hasta mis sueños, en apenas un
abrir y cerrar de ojos. Vi una sonrisa tan especial que hasta el café cambió de
sabor, sus ojos oscuros iluminaban todo a su alrededor y por un instante el
mundo era nuevamente un desafío que valía la pena vivir.
Inmediatamente mis
acompañantes se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, cambiaron de genio y
entre las dos empezaron a reprocharme duramente. "Otra vez lo mismo...
otra vez nos quieres cambiar por otra persona. ¿No te das cuenta que siempre se
van y terminas buscándonos de nuevo? ¿Por qué de una vez no cambias y te
comportas como una buena amiga?"
Ante mi impavidez mi Paz se levantó, lanzó unas monedas sobre la
mesa para cancelar el café a medio tomar, recogió su cartera y empezó a caminar
hacia la puerta. Mi Soledad se entristeció terriblemente, nuevamente su gran
amiga nos dejaba y empezaba otra vez el camino del amor, que siempre había
terminado en la vereda del dolor.
Cerré mis ojos por
un momento y recordé mis fracasos anteriores. Lo hermosa que había sido la
ilusión inicial y lo difícil que se había tornado luego, cuando salían a la luz
las diferencias o las contradicciones de nuestros sentimientos. A mi mente
vinieron esas noches terribles donde mi Angustia, otra amiga, era la única que
quería acompañarnos a mi Soledad y a mí. Nadie más nos llenaba, ni siquiera mis
otros amigos, los de afuera, podían hacer algo. El vacío en mi estómago se hizo
más profundo y doloroso. Todavía no había terminado de cerrarse desde la última
vez que alguien se fue de mi lado y no quería sentir otra vez ese sentimiento
de abandono y desánimo que me suele acontecer en esos momentos dolorosos.
Me levanté y salí
corriendo atrás de mi Paz, alcancé a tomarla del brazo antes de que subiera en
un taxi, la miré a los ojos y le dije: "Discúlpame, por favor no te vayas.
Nadie vale como tú en mi vida y no te cambiaría por nada de este mundo".
Mis manos temblaban y mi agitación no me permitía seguir hablando. Ella sonrió,
me abrazó y despacito me dijo: "Tonta, esta vez te perdono, pero la
próxima vez, sí deberás arrodillarte si me quieres contigo " .
Sonreímos juntas y entramos. Mi Soledad estaba nuevamente alegre y
tranquila. El vacío de mi estómago disminuyó a su tamaño habitual. Había que
festejar...
"Mesero, un café mas por favor ... para tres"