En 1765, un mesonero llamado Dossier Boulanger abrió en París una casa de comidas y a la puerta colgó el siguiente letrero:
"Venite ad me vos qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos"
No eran muchos los parisinos que en el año de 1765 sabían leer francés y mucho menos el latín, pero los que podían, sabían que Boulanger, el propietario, decía:
La frase tuvo tal éxito que desde entonces, todas las casas de comidas en el mundo se llaman “restaurantes”. Aparte la deliciosa gastronomía que se hizo famosa en toda Francia, Boulanger deleitaba a sus comensales con deliciosos postres preparados por él mismo y debido a la fama de su repostería Boulanger también es el “culpable” de que en Francia a las panaderías se les llame “boulangeries”.
La palabra restaurante se estableció en breve y los chef de más reputación que hasta entonces sólo habían trabajado para familias privadas, reyes y ministros abrieron también sus propios negocios o fueron contratados por un nuevo grupo de pequeños empresarios: los restauradores.
El término "restaurante" llegó a Estados Unidos en 1794, traída por el refugiado francés de la revolución Jean Baptiste Gilbert Paypalt, este fundó lo que sería el primer restaurante francés en Estados Unidos llamado Julien’s Restorator.
Hay muchas curiosidades en esta historia, una de ella es la “misión de restaurar el ánimo, la sonrisa y la salud” que tienen los que trabajan en un restaurante, es una misión noble, loable especial… ¿hemos pensado en lo especial que es un cocinero de un restaurante? ¿O la cocinera de una soda? ¿O el amable salonero que nos tiene paciencia mientras cambiamos una y otra vez de idea acerca de lo que queremos comer?
Cada uno de nosotros es especial en lo que hace, si logra comprender lo profundo del aporte de su labor, al bienestar general, un guarda, un conserje, una recepcionista, un operador de teléfonos en un call center… ¿que restauras? ¿A quien ayudas? ¿Que sumas al bienestar, la felicidad y la salud de alguien más?
*En honor de cada cocinera, chef, repostero, barista, salonera o salonero, que nos llenan de alegría con sus manjares hechos con amor y excelencia.
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