El Blog de la Bruja
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martes, 30 de noviembre de 2021
de Paula Herchcovich
Salomón Sellam dice que repetimos
la enfermedad que plantó mi clan.
“¿cómo se encuentra, quién la plantó?"
La plantó quien generaciones atrás guardó el secreto,
y yo, hoy, con tanta desconfianza injustificada...
el que perdió aquel hijo, el que murió al nacer
y yo no sé por qué sufro infertilidad,
y los médicos no logran encontrar la causa...
La plantó el que cerró la boca a la injusticia,
y yo acá, con nódulos en las cervicales,
y con miedo a comunicarme.
El que abandonó, el abandonado.
Y yo, doscientos años más tarde,
tengo sobrepeso, no vaya a ser que muera,
mi cuerpo tiene que producir reservas...
La plantó ese tatarabuelo que tuvo que escapar de la guerra
Y yo acá, con mi familia fragmentada, sin entender por qué.
El que murió corriendo,
y yo, en mi presente con tanto miedo a moverme.
La plantaron aquellos abuelos que sin amarse,
vivían juntos porque en ese momento no se podían separar,
y yo, con diabetes...
Así fueron plantadas las semillas que hoy mis células guardan.,
Ni bien ni mal,
lo que se podía, en ese momento de tragedia que dicta,
y el inconsciente que sin querer entiende
que así es como se debe sobrevivir.
Lo que dio por resultado vida,
por más que haya sido trágico,
hay que repetirlo.
Lo que dio por resultado muerte
por más que haya habido felicidad,
hay que evitarlo.
Y yo,
devanándome los sesos,
sin entenderme,
lastimándome,
enjuiciándome,
le digo a mi inconsciente que ya es hora de parar
y de trabajar en mí.
Porque a través mío,
puedo sanar a aquel tatarabuelo.
A aquella abuelita que de chiquita quedó parada
en un puerto viendo un
barco partir
sin entender cómo es que,
la separación,
dio por resultado vida
y aquí, sigo repitiendo,
ese mandato
Sin saber por qué.. "
viernes, 19 de noviembre de 2021
martes, 16 de noviembre de 2021
miércoles, 10 de noviembre de 2021
la piel de Bertolt Brecht
"La piel de no rozarla con la piel,se va agrietando.
maravilloso
lunes, 8 de noviembre de 2021
consejos para la manejar la depresión
Ducha. No un baño, una ducha. Usa agua tan caliente o fría como quieras. Ni siquiera necesitas lavarte. Solo métete bajo el agua y deja que te pase por encima por un rato. Siéntate en el suelo si tienes que hacerlo.
viernes, 5 de noviembre de 2021
hasta los huesos
Cortometraje de animación dirigido por René Castillo. Narra la historia de un hombre que llega al mundo de los muertos, en donde es recibido por un gusano, calacas y la Catrina. Tras unos momentos de diversión y coqueteo, el hombre descubre que, después de todo, estar muerto no es tan malo.
miércoles, 3 de noviembre de 2021
el poder de las palabras
Leticia
fue mi alumna en la escuela 'Justo Sierra", en plena Sierra. Tenía 11 años
de edad.
Once
años conociendo las carencias y la mugre de la vida. Siempre con la misma ropa,
heredada por una tradicional necesidad familiar. Once años batallando con los
bichos de día y de noche. Con una nariz que como vela escurría todo el tiempo. Con
el pelo largo y descolorido sirviendo de tobogán a los piojos. Aun así, era de
las primeras en llegar a la escuela. Tal vez iba por los momentos necesarios
para soñar que era lo que no; aunque enfrentara el rechazo y el asco de los
demás. A la hora del trabajo en equipo nadie la quería.
No
dieron la oportunidad para demostrar qué tan inteligente era: el repudio fue lo
que Leticia conoció.
Me desconcertaba
el hecho de ver que algunos varones con características semejantes a las de
Leticia eran aceptados por el resto de las niñas y los niños, pero no ocurría
lo mismo con Leticia y las niñas. A mí sólo se me ocurría hacer recomendaciones
que nunca fueron atendidas.
En ese
tiempo me preguntaba:
¿De qué
sirve leer cuentos a esos niños que no han comido?; ¿serviría de algo
alimentarlos con fantasías?
Yo creía
que sí, pero no sabía hasta dónde. Constantemente les brindaba relatos, sobre
todo en la mágica hora de lecturas, dos veces por semana.
Un día
conté "La Cenicienta" y cuando llegué a la parte en que el hada
madrina transformó a la jovencita andrajosa en una bella señorita de vestido
vaporoso y zapatillas de cristal, Leticia aplaudió frenéticamente el milagro
realizado.
Había
una súplica en su rostro que provocó la burla de los que no tenían la misma
capacidad ni la misma necesidad de soñar.
Esta vez
hubo recomendaciones y regaños.
En otra
ocasión, pregunté a mis alumnas y alumnos: ¿qué quieren¬ ser cuando sean
grandes?
Y el
cofre de sus deseos se abrió ante mí: alguien quería ser astronauta, aunque al
pueblo ni el autobús llegaba; otros querían ser maestros, artistas o soldados.
Cuando
le tocó el turno a Leticia, se levantó y con voz firme dijo:
“¡Yo
quiero ser doctora!" y una
carcajada insolente se escuchó en el salón.
Apenada,
se deslizó en su banca invocando al hada madrina que no llegó.
Mi labor
en esa escuela terminó junto con el año escolar.
La vida
siguió su curso.
Después
de quince años, regresé por esos rumbos, ya con mi nombramiento de base. Hasta
entonces encontré algunas respuestas y otras preguntas. Las buenas noticias me
abordaron en autobús, antes de llegar al crucero donde trasbordan los pasajeros
que van al otro poblado. Llegaron en la presencia de una señorita vestida de
blanco.
-¡Usted
es el maestro Víctor Manuel!..., Usted fue mi maestro! –me dijo- sorprendida y
sonriente. El que podía encantar serpientes con las historias que contaba.
Halagado,
contesté:
-Ése
mero soy yo.
- ¿No me
recuerda, maestro? -preguntó, y continuó diciendo con la misma voz firme de
otro tiempo- yo soy Leticia... y soy doctora...
Mis
recuerdos se atropellaban para reconstruir la imagen de aquella chiquilla que
en otro tiempo nadie quería tener cerca.
Se bajó
en el crucero dejando, como La Cenicienta, la huella de sus zapatillas en el
estribo del autobús...
Y a mi
con mil preguntas.
Todavía
alcanzó a decirme: - Trabajo en Parral... búsqueme en la clínica tal... y se fue…
Un día
fui a la clínica que me dijo y no la encontré.
No la
conocían ni la enfermera ni el conserje.
¡Era
demasiada belleza para ser verdad!
"Los
cuentos son bellos pero no dejan de ser cuentos", me lamentaba.
Arrepentido
de haber ido, y casi derrotado, encontré a la directora de la clínica y hablé
con ella. Lo que me dijo, revivió mi fe
en la gente y en la literatura:
-La
doctora Leticia trabajaba aquí -me contó-. Es muy humana y tiene mucho amor por
los pacientes, sobre todo con los más necesitados.
-Ésa es
la persona que yo busco -casi grité.
- Pero
ya no está con nosotros-dijo la directora.
-¿Se
murió? -pregunté ansioso.
-No. La
doctora Leticia solicitó una beca para especializarse y la ganó... ahora está
en Italia.
Leticia
sigue aprendiendo más y enseñando sus secretos para luchar.
Yo sigo
queriendo saber hasta dónde llega el poder de las palabras; ¿cuál es el
sortilegio para encantar a las serpientes que jalan a los descobijados?; como
profesor, ¿qué puedo hacer para equilibrar la balanza de la justicia social
ante casos parecidos?; ¿cuándo empezó el despegue de los sueños de Leticia en
cuanto al resto de sus compañeras y compañeros?; ¿dónde radica la fortaleza de
las mujeres que superan cualquier expectativa?
Ya no
quiero ser el maestro de Leticia: Ahora quiero aprender. Quiero que me enseñe cómo evoluciona una oruga
hasta convertirse en ángel y, sobre todo, quiero descubrir cuál fue la varita
mágica que la convirtió en la Princesa del Cuento.
Del muro:
Enseñanza