Hoy te pedí un beso y me mandaste uno tan grande que sentí que mi corazón se saldría del pecho e iba a ponerse a bailar.
Tu beso me supo a mar, a haber navegado muchas olas, sé que tuvo que trepar montañas, cruzar llanuras, se subió a los árboles a calcular la distancia, midió las paredes de mi edificio y se preguntó si eran de cartón o de concreto, se deslizo por la ventanita que tenía abierta y llego hasta donde yo miraba una orquídea y tomándome por la espalda me dio la vuelta colándose entre mis labios ligeramente abiertos esperando por él.
Un beso de colores, de azul del cielo y el mar de tu tierra, de amarillo como el sol de las arenas de tus antepasados, de la plata que se enreda en tu cabello, del blanco de tu bella sonrisa y el avellana de la profundidad de tus ojos que me miran a lo lejos adentrándose en mi alma y preguntándome si todo esto es cierto o si debemos despertar del sueño que el señor de los cielos nos ha hecho soñar
No me pediste un beso porque sabes bien que me sobran los motivos para dártelos, aun así, esta noche te lo voy a mandar uno que te sepa al café de mi tierra recién preparado como el que tomas en la mañana, a la agüita de yerbabuena con que relajas tu cuerpo después de hacer y deshacer todos los planos que te quedaron torcidos y al dulce de la caña de mis valles.
Si miras el beso antes que se cuele a través de tus labios veras que es en él donde puedes ver el brillo de las estrellas, el esplendor de la vía láctea y si pones mucha atención veras pasar una estrella fugaz, pídele un deseo y yo haré todo, mi amor, para hacerlo realidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario