Bert Hellinger decía que somos el
éxito de nuestros padres, de nuestros ancestros y de nuestra familia.
Estamos vivos gracias a nuestros
antepasados, hombres y mujeres impactados por las grandes dificultades de sus
tiempos.
Entonces si estamos vivos es gracias
a todos ellos, a sus vivencias, a sus luchas, a sus triunfos, a sus
sacrificios, que a lo largo de los años fueron tejiendo historias
extraordinarias de superación y supervivencia que han movido la vida hasta el
momento presente, hasta nuestra existencia y la de nuestros hijos.
Por eso No podemos cortar nuestras
raíces, ni podar nuestro Árbol genealógico, no podemos negar, ni rechazar
nuestra historia personal y familiar; debemos reconocerla, reconciliarla e
integrarla.
Recuerdo una profunda frase de
Nietzsche: "El árbol que puede elevarse muy alto hacia el cielo es porque
hunde sus raíces fuertemente en la tierra".
Por eso debemos tener un corazón
humilde y agradecido hacia ellos, porque a pesar de los pesares, somos el éxito
de nuestros padres y ancestros, ellos humanos e imperfectos, con sus recursos y
posibilidades han logrado empujar la vida hasta el presente, ahora nos toca a
nosotros.
Debemos transformar la pena del
pasado en la dicha presente.
La vida siempre nos ofrece nuevas
oportunidades para seguir creciendo y aprendiendo, para irnos transformando
poco a poco, para el reencuentro con nuestro propósito, para seguir
desarrollando nuestros dones y talentos, que, en esencia, son los recursos y
aprendizajes que luego le pasaremos a nuestros hijos y descendientes.
"Gracias mamá, gracias papá,
gracias familia, gracias por la vida, lo que me dieron es suficiente, de aquí
en adelante me encargo yo y haré que mi vida valga la gloria ".
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