Cuenta una leyenda…
Que el sol solo tenía ojos para la tierra,
En cada estación de la tierra,
Ahí estaba el sol.
Le regalaba flores en primavera,
La hacía sonreír en verano,
Y en los días triste de otoño,
Siempre estaba para ella,
Y qué decir en el invierno,
Siempre la abrazaba,
Para que no se sintiera tan sola.
Pero aun así…
Para la tierra no era suficiente,
Ya te antemano había puesto una separación,
La capa de ozono para que se acercara demasiado.
Pero eso no detenía al sol,
Le mandaba ramos de estrellas en noviembre,
Que decir cuando regaba sus pies con una tormenta,
Cuando le dibuja un arcoíris para que ella siempre sonriera.
Pero la tierra…
Tan solo lo quería como un amigo,
No como su amante,
Ni mucho menos como su amor eterno.
Pero el sol nunca se daba cuenta,
Alguien lo amaba en silencio,
Porque gracias a su luz…
La luna siempre se ponía hermosa para él,
Con su vestido de lentejuelas,
Y su polvo de estrellas adornando su silueta.
Así que la luna ya no pudo callar más su amor…
Y se interpuso entre el sol y la tierra,
Se puso en medio de los dos,
Para que el sol se diera cuenta de sus sentimientos,
De quien realmente lo amaba en silencio.
Y el sol fue eclipsado por la luna,
Y por unos minutos ya no resplandeció,
Porque la luna no solo le había robado un beso,
Sino también le había declarado su amor,
Y el sol… le correspondió.
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