El Blog de la Bruja

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sábado, 2 de marzo de 2024

no sé quien lo escribió pero me arrugó el alma

¿Entonces me tengo que ir contigo? —le preguntó la pequeña Mónica a la mujer de negro que había ido a visitarla.

Esta asintió rápidamente con una sonrisa de compasión y le ofreció una mano huesuda.

Mónica, a sus seis añitos, estaba acostumbrada a hacer caso a los mayores, aunque estos fueran de hueso y llevaran una cosa extraña y alargada en la mano que en su mente sonó como “guadaña” a pesar de no conocer esa palabra. Cogió a su osito de peluche, eterno compañero en aquella fría cama de hospital, y miró dudosa hacia la izquierda, donde dormía su madre, en una cama auxiliar.

—Tendría que despedirme de mamá, ¿no crees? —le preguntó ella cuando aquellos dedos huesudos la envolvieron.

—Créeme: es mejor así —le dijo la Muerte.

Y Mónica se lo creyó, porque fue darle la manita y dejar de sentir dolor en todo su cuerpecito.

—¿Me va a doler irme contigo?

La muerte negó, flexionó las rodillas para ponerse a su altura y respondió:

—Ya nunca más te va a doler nada. Prometido.

La Muerte sintió los brazos de la niña abrazándola. Pillada por sorpresa, se incorporó e iniciaron el camino en silencio hacia sus dominios. Una lágrima recorría el pómulo de la Parca. A veces no quería ser la Muerte, a veces querría localizar a su hermano bastardo, el Cáncer, y darle una paliza para no tener que llevarse jamás a ninguna otra Mónica.

Tarde o temprano ella nos tomara de la mano



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