"Y un día nos damos cuenta que la vida se nos va jugando a las escondidas. De niños escondemos el crayón después de usar de lienzo la pared. Escondemos la comida que no nos gusta debajo de la mesa. De adolescentes escondemos la mala nota del colegio. De jóvenes y adultos vamos adquiriendo más destreza en el <<arte de esconder>>, ocultamos el dolor detrás de una sonrisa... Así vamos aprendiendo a quitar cosas y sentimientos de la vista y a guardar secretos hasta alcanzar un <<máster>> en este arte. Y así continuamos por la vida adoptando la mala costumbre de poner cerrojo y candado doble al frasquito de nuestra esencia y lo escondemos tan bien que ya no recordamos en dónde ha quedado cuando deseamos y necesitamos rescatarlo".
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