Guardá el dedo que acusa,
por un momento.
El que busca culpables,
el que redirecciona el intento
de no hacerme responsable.
Por un momento,
cuando veas el índice posicionandose,
prestá atención:
hay otros tres que no lo acompañan en su desliz.
Pregúntales entonces:
¿Qué señalan?
¿Qué me muestran?
¿Qué me dicen?
Cada uno de ellos sostiene,
por un momento.
El que busca culpables,
el que redirecciona el intento
de no hacerme responsable.
Por un momento,
cuando veas el índice posicionandose,
prestá atención:
hay otros tres que no lo acompañan en su desliz.
Pregúntales entonces:
¿Qué señalan?
¿Qué me muestran?
¿Qué me dicen?
Cada uno de ellos sostiene,
silenciosamente,
al implacable verdugo
que sin pensarlo ni un poquito,
apunta al frente
y sin darse cuenta,
dispara sentencias de muerte
sentencias de vida
que si no las pongo afuera,
no las puedo ver.
Cuando te des cuenta que el índice certero
está a punto de disparar,
abrázalo,
contenelo,
dale vuelta
y escuchalo.
Seguramente,
hay algo
que te quiere contar
al implacable verdugo
que sin pensarlo ni un poquito,
apunta al frente
y sin darse cuenta,
dispara sentencias de muerte
sentencias de vida
que si no las pongo afuera,
no las puedo ver.
Cuando te des cuenta que el índice certero
está a punto de disparar,
abrázalo,
contenelo,
dale vuelta
y escuchalo.
Seguramente,
hay algo
que te quiere contar
Paula Herchcovich
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