Y el anciano arrodillado a su hijo le suplicaba:
No caigas en la trampa de los que disparan balas.
No caigas en la trampa de los que envidian tu alma.
No caigas en la trampa de los que sin motivo atacan.
Recuerda que el espíritu, más tarde o temprano,
siempre manda de vuelta todo aquello
que uno entrega y lanza.
- Arnau de Tera -
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