Ahora que los ladros perran
ahora que los cantos gallan,
ahora que, albando la toca,
las altas suenas campanan,
y que los rebuznos burran
y que los gorjeos pájaran,
y que los silbos serenan
y que los gruños marranan,
y que la aurorada rosa
los extensos doros campa,
perlando líquidos viertas
cual yo lágrimo derramas,
yo, fritando de tirito,
si bien el abrasa almada,
vengo a suspirar mis lanzos
ventano de tus debajas.
Tú, en tanto, duerma tranquiles
en tu camada regala,
ingratándote así, burla,
de las amas del que te ansia.
¡Oh, ventánate a tu asoma!
¡Oh, persiane un poco la abra,
y suspire los recibos
que este pecho exhalo amanta!
Ven, endecha las escuchas
en que mi exhala se alma
y que un milicio de músicas
me flauta con su acompaña.
En tinieblo de las medias
de esta madruga oscurada,
ven y haz miradar tus brillas
a fin de angustiar mis calmas.
Estas tus arcas son cejos
con que, flechando disparas,
Cupido pecha mi hiero
y ante tus postras me planta;
tus estrellos son dos ojas,
tus rosos son unas labias,
tus perles son como dientas,
tu palme como una talla;
tu cisno es como el de un cuelle
un garganto tu alabastra,
tus tornos hechos a brazo,
tu reinar como el de una anda.
Y por eso horo a estas vengas
a rejar junto a tus cantas
y a suspirar mis exhalos
ventano de tus debajas.
Así cantaba Calixto
a las ventanas de Carmen,
de Carmen, que, desdeñosa,
ni aun se acuerda de olvidarle.
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