Todo lo que llamamos “problema” trae implícitas
su o sus soluciones. Cuando se nos presenta una
situación en conflicto nos da temor decidirnos pues lo que sucederá es algo desconocido o que hace referencia
a algo experimentado que pudo habernos sido doloroso y a veces nos quedamos en ese punto medio porque, aunque estemos incómodos, nos evita dar el paso que inevitablemente un día
tendremos que dar o que la vida y las circunstancias nos empujarán a hacerlo.
Cuando experimentemos una situación así dejemos de ser actores y volvámonos
observadores.
Demos un paso al costado, pongamos claramente todas las opciones, veamos objetivamente
los pros y los contra permitiéndonos así optar por la solución más adecuada. Es
importante también consultarlo con la almohada, con ese mundo onírico que nos conecta con nuestro subconsciente donde yace la verdad de nuestra voz interior. Démonos un respiro para
analizar lo que hemos puesto sobre la mesa.
Lo importante cuando tomemos la decisión
que creamos adecuada, es que seamos concientes del paso a dar y asumamos las
consecuencias tanto positivas como negativas que toda decisión conlleva.
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