Son los que conocemos como “chupasangre”,
aquellos que se aprovechan del mal ajeno para sacar provecho
personal. Son sagaces, embaucadores, seductores y metódicos en preparar sus
ataques sorpresivos. Buscan victimas
emocionales para “conquistarlas” con el propósito de recibir halagos como
buenos amigos o recompensas que generalmente son económicos o sexuales. Provocadores, atacan a sus
victimas de manera verbal simplemente para medir la tolerancia y la reacción de
su indefenso adversario quien nunca será capaz de afrontarlo ni decirle no a
sus exigencias. Hipnotizadores usan la palabra como medio de dominación. Gustan
de las sombras, de todo lo que sea oculto porque su naturaleza no les permite
afrontar la verdad por lo que la sinceridad y la honestidad no están entre sus características.
Los vampiros, tanto hombres como mujeres, pueden ser catalogados en distintas
categorías: el pesimista, el intimidador, el misterioso, el cambiante y el distante. Extraen
la energía de los demás seres humanos y nos damos cuenta cuando al irse
nos sentimos agotados física y mentalmente pues hemos pasado un rato junto a
ellos generalmente siendo participes de sus innumerables problemas y
desgracias, escuchando sus proezas, tratando de sacarles las palabras con
tirabuzón, tratando de descifrarlos, buscando entender y aceptar sus constantes cambios de ánimo, defendiéndonos de sus reclamos, soportando sus ironías y comentarios generalmente mal intencionados o
preocupados de si debemos o no confiar en ellos.
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